viernes, 19 de septiembre de 2014

Primeras impresiones.

Escuchando canciones desde la distancia que te hacen sobrellevar la situación.
Notas que se derriten en los pabellones auditivos como candelabros tintineantes.
La distancia duele, de verdad.
Duelen los recuerdos, lo no vivido por estar viviendo otra vida.
Lo que te pierdes, los deberías haber estado aquí, faltabas tú.
Inocentes palabras que te hacen llevar las memorias del recuerdo a cuestas toda la jornada.
Escuchando canciones de Passenger paso los días y las noches, refugiado en mi mundo de letras gracias a Patrick Rothfuss, mirando al horizonte en busca de mi lejano hogar, de mi lejana familia y amigos, de mi lejana vida.
Y es que en la distancia, en realidad, no eres nada.
Eres algo nuevo, un nuevo ser sin pasado, sin memorias, pero eso si, con muchos recuerdos.

Sabias eran aquellas personas que me decían que iba a aprender a valorar lo que tenía.
Los abrazos de mi madre, sus caricias y sus miradas de complicidad, la sonrisa de mi hermano,su humor y su cariño, las conversaciones con amigos...

Vivir en Canadá es una película de verdad. Tres semanas han pasado, y han sido tres semanas maravillosas. Tres semanas de altibajos, de emociones, de nuevas amistades, de confianza y desconfianza, de novedad.
Una novedad, a veces, difícil de entender, de adaptar, de asimilar.

Ésto no son más que unas simples lineas de mis primeros días aquí, lineas basadas en emociones y anhelos, en felicidad y alegría, lineas, basadas en Canadá.
                                                                                               


                                                                                                 Álvaro.






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